Junto con la Iglesia y la antigua Casa del Concejo, la cilla era uno de los edificios más importantes en la sociedad de Lastras en el Antiguo Régimen. La cilla era el almacén donde se guardaban los diezmos recaudados por la Iglesia hasta su posterior utilización o reparto entre las personas con derecho a ello.
En general, estos edificios han desaparecido o han cambiado de utilidad, quedando constancia de ellos por su mención en documentos eclesiásticos o porque forman parte del callejero actual de algunos pueblos, indicando generalmente el lugar donde estaban situados. Así es fácil encontrar calles o plazas denominadas de la cilla.
En Lastras de Cuellar se ha conservado la cilla, que en este año cumple 298 años desde su construcción, concretamente en 1726. Seguramente hemos pasado por su puerta cientos de veces sin percatarnos del antiguo uso y relevancia del edificio, hoy utilizado como vivienda particular.
La cilla de Lastras está situada enfrente de la entrada de la Iglesia. La fachada oeste ha sido remodelada en su totalidad, siendo hoy la entrada principal de la casa. El lado norte es un muro sin vano alguno que conserva una tosca inscripción realizada sobre barro a media altura. En este lado se puede observar restos de un ventanuco hoy cegado que serviría de ventilación. A los pies de este muro posteriormente se ha construido un poyete de piedra que sirve como zona de espera y reunión en los oficios religiosos.
La fachada oriental está formada por lo que debió ser en su día la entrada principal a la cilla. Ésta conserva el dintel del edificio original y sobre éste hay otra inscripción también sobre barro, parcialmente deteriorada. En esta fachada se han abierto en época moderna ventanas para nuevas utilidades, aunque todavía conserva el aire de la época de su construcción. También hay presencia de otro ventanuco de ventilación cegado y otra ventana pequeña que podría ser del mismo periodo.
La segunda inscripción proporciona la pista del uso y antigüedad del edificio. En ella se puede leer que se hizo esta cilla siendo cura el Ldo. D. Angel Calvo y siendo el alcalde Manuel Garrido. Además nos informa de la fecha de construcción, concretamente 1726. También se hace alusión a un personaje llamado Frutos de la Fuente, que no sabemos la relación que tiene con la cilla, probablemente pudiera ser el tercero, un cargo municipal o una de las personas que ayudaron a levantar el edificio.
La inscripción del lado norte está parcialmente desgastada por las condiciones meteorológicas, siendo bien legibles las dos primeras líneas que hacen también referencia a la construcción de la obra siendo cura Angel Calvo, al alcalde Manuel Garrido y a Frutos de la Fuente. Además nombra a otras personas que por el mal estado de la inscripción son difíciles de identificar. Este texto también confirma la fecha de construcción del edificio, 1726. La inscripción acaba nombrando a Fernando Merino, mayordomo de la iglesia ese año.
Los diezmos, desde la edad media, no eran pagados en moneda, sino que se hacía en su propia especie (trigo, cebada, centeno, etc…), así que se fueron habilitando edificios para su almacenamiento y custodia. La existencia de una cilla en Lastras la podemos confirmar documentalmente ya en el siglo XVI, aunque posiblemente estuviera en funcionamiento con anterioridad.
Esto lo podemos deducir ya que había pueblos que carecían de ella, aprovechándose la propia iglesia como almacén. De esto se queja en varias ocasiones el visitador del obispado hacia mediados del siglo XV. De Lastras no se hace referencia a esta situación, por lo que debería haber ya en esta época un espacio habilitado para esta función. Seguramente la cilla que podemos ver en la actualidad sustituía a otra más antigua o fue una remodelación o actualización de aquella. Angel Calvo, cura de Lastras desde 1708 hasta 1736, impulsó la obra aprovechando que en esta época, pasadas las estrecheces del siglo anterior, el pueblo comenzaba a crecer con más fuerza y su economía estaría más desahogada.
Esta cilla se debió utilizar durante unos cien años, hasta que fueron abolidos los diezmos hacia los años treinta del siglo XIX. Con la desaparición de los diezmos, la cilla dejó de tener su utilidad original. El edificio fue vendido a un vecino del pueblo conocido como el tío Castor. Cuando murió éste, sin descendencia en el pueblo, fue comprada por los ascendientes de la familia actualmente propietaria.
A cargo de la cilla estaba el tercero, que era el encargado de medir y custodiar los diezmos hasta su utilización o traslado. El tercero de la cilla era elegido entre los vecinos por el Concejo, según fuera costumbre en cada localidad, siendo un cargo anual. El tercero se responsabilizaba de la cilla hasta la Pascua de Navidad, a menos que existiera impedimento por enfermedad. En ese caso el tercero era el responsable de nombrar un sustituto. Por su trabajo recibía una remuneración que por lo general era un porcentaje de lo recaudado en especie, aproximadamente una parte de cada cuarenta de lo recogido.
El proceso de recaudación era el siguiente: una vez recogida la cosecha y puesta en la era, se marcaba un día para que acudiera el cura y el tercero, se medía lo recogido y la décima parte de lo obtenido, esto es, el diezmo, se llevaba a la cilla. No estaba permitido almacenar la cosecha hasta que no se hubiese medido, y mucho menos hacerlo con nocturnidad. Con lo recaudado, se confeccionaban unos listados de lo entregado por cada vecino y el cura estaba obligado a sumarlo dos veces para evitar errores. Este listado era leído en la iglesia el domingo siguiente al tiempo de la misa mayor. Los vecinos estaban obligados a corregir cualquier error que pudieran apreciar, tanto suyo como de otros bajo pena de excomunión.
Una vez recaudados los diezmos y almacenados en la cilla, se descontaba lo que tenía que recibir el tercero así como otros cargos. Entonces, las personas con derecho a ello podían disponer de su parte. La distribución en Lastras hacia mediados del siglo XVIII se hacía de la siguiente manera: de todo lo diezmado se hacían tres partes. Una correspondía al párroco, el siguiente tercio se volvía a dividir por tres, correspondiendo dos partes al arcediano de Cuellar y una al arcipreste del partido y del último tercio se hacían cuadro partes. Siendo la primera para el Obispo, la segunda para la Fabrica de la Iglesia y las dos últimas eran las Tercias Reales.
Las Tercias Reales eran la parte de la recaudación de los diezmos que iba a las arcas de Hacienda. Sin embargo, ésta había vendido los derechos en épocas de necesidades económicas al Duque de Alburquerque y hasta que no se recuperaran estos derechos, era el Duque el que los cobraba. El documento de la fotografía corresponde a las Tercias Reales de 1536 y ha sido facilitado por Marciano Cárdaba. De su lectura podemos estimar que entraron en la cilla de La Lastra ese año unas 257 fanegas de cereal, unas 121 de trigo, 56 de cebada, 79 de centeno y una de avena. En San Esteban la recaudación fue de aproximadamente 175 fanegas distribuidas de la siguiente forma: 81 de trigo, 29 de cebada y 65 de centeno.
En elaboración de este artículo también han participado Santos López de las Heras y Miguel Angel Fernández a los que agradezco sus aportaciones. Igualmente mi agradecimiento por su colaboración a Araceli García y Epifanio Pascual.