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Jotas, danzas y paloteos

romeria 2018 lastras de cuellar

La semana pasada el periódico El Adelantado de Segovia publicada un interesantísimo artículo de la Etnomusicóloga madrileña con raíces y vínculos familiares segovianos María Fuencisla Álvarez Collado. En él, reflejaba las diferencias entre jotas, danzas, entradillas y paloteos.

En el trabajo hace referencia a la contradanza a la Virgen de Salcedón como ejemplo de entradilla, uno de los géneros que adornan los días de función en las fiestas segovianas.

Fuente: Eladelantado.com

Sirva la presente reflexión para volver a diferenciar tan variados y ricos géneros y por tanto para poner en valor cada uno de ellos. Y aclarar la terminología, que por muy técnico que nos parezca, ni todo son jotas, ni lo quieren ser. La jota es un baile y siempre lo fue, de los que formaban parte del Baile de Rueda, que no ‘La Rueda’, porque en el fondo, por desconocimiento y pérdida de transmisión en la tradición hemos tomado la parte por el todo, y el final del baile (de Rueda), las briosas ‘Habas Verdes’ conocidas popularmente como respingona, terminaron por asumir la denominación de todo el contexto: El baile de Rueda. Y desapareció en favor de los agarraos, y las jotas que allí se desgranaban quedaron en memoria del pueblo que las mantuvo en diferentes contextos festivos, que no por ello siempre religiosos. Y de ahí pasaron a adornar las procesiones de la provincia y a convertirse en expresión del pueblo segoviano, pues no hay fiesta en la que no suene ‘La Melitona’ o ‘La Niña’, ritualizando así el género. Y eso son jotas y no la Cruz o El Caracol, que son danzas.

Porque la jota era un baile, y no una danza, que la danza es otra cosa. Danzas, contradanzas, mudanzas, entradillas eran la sucesión de géneros que adornaban en los días de la función las procesiones segovianas y quedaron desbancadas por otros géneros como las danzas de palos. Algún ejemplo conserva la provincia como las entradillas al ‘Niño de la Bola’ en Cuéllar, o la contradanza a la Virgen de Salcedón en Lastras de Cuéllar por la Pascua de Pentecostés, recientemente cambiada por petición popular al domingo anterior.

Y con esto hablamos por lo tanto de la pérdida de géneros de baile y danza, en pos de la aparición de nuevas creaciones ya que la jota es un claro ejemplo de baile ritualizado, alcanzando casi la categoría de danza como el caso de la ‘Jota de la Abuela’ en las procesiones de San Pedro de Gaíllos. O jotas de gran convocatoria como las recogidas en la procesión de El Henar en Cuéllar o El Bustar en Carbonero el Mayor.

Y ni qué decir tienen las danzas de palos en la provincia de Segovia con casi 300 melodías paloteadas en más de 30 pueblos. Y es que este género se ha convertido en la mayor forma de expresión ritual del pueblo segoviano, y por ello, desde hace más de un siglo, tenemos constancia a través de la prensa escrita de su exhibición, muestra y representación fuera del contexto que la corresponde. Los danzantes de Abades ya estuvieron en 1914 en la Expo de Londres; los de Valverde en la inauguración de la estatua de Juan Bravo; los de Nava en la plaza de toros deMadrid; los de Cantalejo en la de Segovia o más recientemente los danzantes de Tabanera del Monte (y otros danzantes del territorio nacional) en el paseo marítimo de Salou. Pero el problema no es que el folklore se suba a los escenarios, sino que la mayoría de lo que se sube a los escenarios, no es folklore.

Y es que, como recreación de este patrimonio, surgió otro formato de baile y danza, en manos de otros protagonistas totalmente ajenos a la tradición, que fue sirviendo de adorno y divertimento a zarzuelas, teatros, certámenes y otros encuentros en el que se iban mezclando patrimonio y recreación, llegando hasta un punto casi indisociable, dependiendo de los ojos que lo miren. Pasos de aquí y de allá, con giros, saltos y arabescos corporales acompañados de una mezcolanza melódica lejanos todos de los códigos de la tradición. Porque el sentimiento segoviano no puede ser el mismo cuando suena la ‘Jota Antigua’ o ‘La Pinariega‘, que cuando suena ‘El Candil’ (Badajoz). O cómo la identidad que se mantiene en las melodías de la dulzaina, por ejemplo, de la procesión del ‘Niño de la Bola’ son esencia indiscutible de la tradición segoviana.

Se enlata, se formatea y se hacen clones de modelos invirtiendo un valioso tiempo y recursos humanos en recrear un patrimonio, más que en mantenerlo. Porque tenemos que ser conscientes de que año tras año alguno de los ejemplos del patrimonio inmaterial segoviano, se pierde por falta de mozos, mayordomos o por la despoblación. Vemos como en muchas localidades (por no decir en todas) no falta el grupo de jotas, el coro de la iglesia… pero faltan mozos y mozas para poner la rama por San Juan, para ofrecer las roscas a la Virgen o coger las soldadescas; para montar el monumento por Semana Santa; o para recoger el cantueso o tocar las campanas.h

Pero, además, esos grupos de jotas, incrustados en la procesión, inhiben la propia expresión del pueblo segoviano y vemos como los pocos segovianos que aún quedan portadores de la tradición y de sus códigos quedan como meros espectadores de un producto que nada tiene que ver con nuestra cultura tradicional. La mañana de fiesta, en cualquier pueblo segoviano, el paisaje sensorial está claro: cohetes, las campanas, las reboladas de los dulzaineros, el olor del cantueso y el del cordero asado que invita a compartir el día de La Fiesta. Y si esos elementos son indiscutibles, las danzas y las expresiones del saber popular también. Son los ‘viejos’ los que deben transmitir su saber tradicional, y las procesiones de nuestros pueblos, son el único contexto que nos queda.

La enseñanza de este patrimonio está en las plazas y calles de nuestros pueblos y otros contextos sólo servirían para mediocrizar el repertorio. Hablando de paloteos, los que hemos vivido los paloteos de toda la provincia, sabemos que cada pueblo tiene su esencia: el choque de Bernuy de Porreros y Tabanera del Monte, la subdivisión de La Lastrilla, los palos en cruz de Abades, la altura de los palos de Revenga, la velocidad de los pueblos de La Sierra, y la gracia especial de las mujeres de Gallegos. Además de rituales completos mantenidos como en Fuentepelayo, donde las danzas de palos forman parte de la Octava del Corpus. Y esta esencia de cada pueblo solo pueden trasmitirla los que la viven y la sienten que son los verdaderos protagonistas. Porque enseñar es una cosa, y transmitir los códigos de la tradición, otra. Por tanto, los que se empeñan en llevar el saber popular a los colegios, escuelas privadas y universidades tienen que ser conscientes que eso es como coger el agua con una cesta: cuando llegues, te has dejado la mitad de la tradición por el camino. Eso si con suerte está en manos de verdaderos conocedores de la tradición que, en la mayor parte de los casos, no. Y la que escribe, maestra desde hace veinticinco años y conocedora-defensora de los paloteos en la provincia de Segovia, no le faltan ni dotes para enseñar, ni le falla el contenido de paloteos y aun así sigo manteniendo que la enseñanza está en los pueblos y no en mano de intereses particulares.

No obstante, el fervor popular por pertenecer a los grupos de jotas es algo latente en la sociedad actual y ahí se aúnan espectáculo y enseñanza. En las fiestas de los pueblos, el espectáculo siempre ha existido de manera centenaria. Hasta comediantes de Colmenar sabemos que venían a Turégano en el siglo XVI y no faltaba en ningún pueblo los comediantes y el tablado para la comedia. En ocasiones sabemos que eran los miembros de la propia cofradía los que representaban la comedia, siempre con los mismos personajes, compraban el papel para sacar la comedia, alquilaban trajes para la comedia etc… y por cierto señalar que esa forma de expresión se ha perdido prácticamente en su totalidad en la provincia de Segovia, que no en otras zonas de Castilla como la zona de Pinares entre Burgos y Soria. Es decir, que el espectáculo en los tablados, ha existido siempre. Pero el espectáculo es una cosa y el patrimonio otra. Pero no sólo hablamos del propio hecho del espectáculo, debemos ser críticos con el contenido, y con lo que allí se muestra, porque insistimos que el problema no es que el patrimonio se convierta en espectáculo, sino que no todo lo que se convierte en espectáculo es patrimonio.

Volvamos con los paloteos. Popularizado está el llamado ‘de Castroserna’, pero, cuál, porque ¡hay tantos paloteos en Castroserna! Con esa terminología se refieren al paloteo con la melodía de La Villa de Tudela (Crimen de La Corredera) que era un ‘romance’, muy conocido en la Comunidad de Cuéllar, que contaba el crimen en un molino. La melodía (en modo menor y ternaria) pasó a ser sustento de los paloteos de seis localidades en total —cinco en la sierra más Cantalejo, pudiendo haber sido Demetrio García el de La Matilla el nexo de unión entre ellos—. El resultado, que ese paloteo ni es de Castroserna, ni se palotea exclusivamente en Castroserna, ni en Castroserna lo llaman así, sino que lo denominan La Villa de Tudela. Por tanto, un ejemplo de incorrección o error que me temo ha quedado adherido al vocabulario de los grupos. Y tal cual, como ya he reflejado en líneas anteriores, ha sucedido con las ‘Habas Verdes’ -Respingona- Rueda o la ‘Jota’ de La Cruz. Degradación de la terminología tradicional que nos aleja del verdadero contenido. Y me temo que no solo se ha degradado la terminología, sino también el propio patrimonio.

Otros tantos párrafos podríamos escribir en torno a la indumentaria y a la degradación que ha sufrido. Porque la indumentaria es fácil de ver, de comparar y de entender cómo hemos puesto, quitado y amalgamado al antojo personal y comercial elementos sin ningún criterio.

He aquí claros ejemplos de lo que puede ser una enseñanza mal documentada, porque documentación en Segovia, no falta. Ni falta documentación, porque las publicaciones son de fácil acceso, ni ha faltado divulgación de las publicaciones siguiendo rigurosamente la definición de salvaguarda de este tipo de patrimonio: conferencias, Aulas Didácticas de Música y Danza tradicional, o el Congreso Tradiciones e Identidad todo bajo el sello del Instituto de la Cultura Tradicional Segoviana ‘Manuel González Herrero’.

Por el bien de la tradición, o de lo poco que queda de ella, debemos ser críticos y rigurosos con el trabajo que se realiza y de quien lo realiza, porque incluso de buenas voluntades está la historia llena de destrozos. Recursos humanos no faltan. Ni dedicación ni interés. Por tanto, hay que canalizar bien el trabajo que se hace, y quien lo hace. Y volver la mirada a los pueblos que es donde está el verdadero patrimonio.

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