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El gurriato zurdo

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Texto y fotografías: Juan Carlos Garrido Sanz

Recuerdo que cada 10 de julio con motivo de la celebración de San Cristóbal, en las ocasiones que estábamos en el pueblo, mis padres llevaban su lustroso Seat 850 a la cuesta de la iglesia, allí esperaba el cura, hisopo en mano, que así se llama ese artilugio que te mojaba con agua bendita, bendiciendo coches, tractores y todo tipo de vehículo que pasara delante de él.

Después y todos juntos, íbamos al prado, donde todo el mundo y repartidos por familias daban buena cuenta de tortillas, lomo, chorizo de la olla y todas aquellas cosas tan ricas y suculentas.

Como niño curioso y amante de las aves que era, en el momento que podía me escapaba y me dirigía al pinar cercano, el de los “quemaos”. Este pinar tenía una característica y es que sus pinos tenían un porte muy grande y el perímetro de sus troncos era mayor al de otras zonas. Tras años de haber sido resinados, las caras de los pinos se habían ido cerrando formándose multitud de grietas y agujeros.

En aquellos años era imposible encontrar una sola hendidura vacía, el sonido de los pollos llamando a los padres era inmenso, algo increíble a día de hoy. La mayoría de los nidos pertenecían a estos pájaros, aunque también abundaban los de estorninos negros, en el pueblo conocidos con el nombre de “tordos”. No exagero, si digo que había cientos, miles de nidos. Es una imagen que perdurará toda la vida en mis recuerdos.

Por aquel entonces muchos de los que me estáis leyendo, recordareis la campaña del desaparecido ICONA, con las cajas nido, aquello fue una gran idea, porque se ocupaban todas con diversas especies de aves insectívoras y forestales. Se colocaron miles en todo el pinar. Ojalá volvamos a ver una actuación similar algún día.

Tristemente el uso de plaguicidas y herbicidas, han hecho que los insectos, base de su alimentación durante la cría, desaparezcan a un ritmo vertiginoso. Si a esto le añadimos la falta de oquedades naturales en los árboles por la tala de los ejemplares más viejos, tenemos como resultado que cada vez haya menos aves en nuestros pinares.

Actualmente todavía podemos oírlos y verlos en nuestro pueblo. Como ya no encuentran agujeros en los árboles, ni cajas nido, nidifican en los pequeños huecos que hay en los muros de mampostería de las casas viejas, tal vez recordando los cortados del cercano río Duratón donde todavía crían con relativa tranquilidad. También es verdad que a todos nos gusta tener la fachada bonita y en cuanto podemos llagueamos las grietas, tapando sus posibles lugares de nidificación.

Este gorrión tan singular, recibe el nombre de gorrión chillón, por su canto chirriante. Su nombre en latín es Petronia, que significa como una piedra y hace alusión a su comportamiento de anidar en paredes naturales como roquedos o artificiales como muros de casas. Los adultos tienen una mancha amarilla en la garganta que no tienen los jovenzuelos. Se alimenta de semillas y frutos en otoño e invierno y de insectos el resto del año, los jóvenes prácticamente solo de insectos, de ahí su declive.

Ojalá vuelva San Cristóbal con sus chirridos de gurriato zurdo.

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