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Las criadas

Nineras paseando por el madrileno parque del Retiro EFE Madrid 1923

A todos nos cuentan historias que, si no las escribimos, se desvanecen por el desagüe de la memoria. Esta historia me llegó hace meses a través de Pablo Zamarrón, folklorista de Arroyo, que me dijo: he conocido a Romà Escalas, un barcelonés encantador que pasó parte de la infancia en Mallorca y, durante años, ahora está jubilado, fue director del Museo de la Música de Barcelona. Resulta que los cuentos y las cancioncillas que le contaron de niño procedían de Lastras de Cuéllar. Casi me caigo de espaldas porque soy de Lastras; resulta extraño que a un niño en Mallorca le durmieran con los cuentos de mi pueblo. Así que empecé a impacientarme. A ver, a ver, explícate. 

Resulta, siguió Pablo contando, que Romà y sus hermanos pertenecían a la burguesía ilustrada, con una madre dibujante y pintora que puso la crianza de los hijos en manos de Cecilia Bartolomé, la criada, una lastreña con mucha personalidad. Ella fue decisiva; la que limpiaba, la que guisaba, la que cantaba, el vínculo con la cultura popular que llenó la cabeza de Romà con cuentos que le han acompañado toda la vida: el Sacamantecas, el Alcaraván o el Tapachimeneas, Juan y Pinchamé. Pero es que, además, Cecilia era una mujer arriscada, que  les enseñó a cazar ranas, lagartijas, lagartos y culebras. Cazaron tantos reptiles siguiendo sus instrucciones, primero en Mallorca y luego en Barcelona que, para no montar un zoo en casa, acabaron cediéndolos al Zoológico Municipal. Y ahí no se acaba la cosa. Cecilia era entrañable, una mujer con muchos valores y con una manera especial de hablar que yo imagino seca, un poco cortante y con cierta tendencia al tremendismo; por eso, en vez de sacarles al parque, les llevaba a los entierros y a las bodas del barrio por los que se sentía fascinada. Algunas palabras raras que ella decía las lleva clavadas, igual que la sopa de ajo que repelía a los chicos. De manera que Romà, vía criada, tiene un vínculo afectivo muy fuerte  con Lastras, tan fuerte, me decía Zamarrón, que Cecilia fue en realidad como una enciclopedia cariñosa e ilustrada,  acaso la mujer  más influyente de su vida. Porque la infancia es la patria del hombre.

Las criadas, decisivas en la vida de tantas personas también lo fue para Romà. García Lorca, Martín Garzo o Monterroso han hablado de la herencia impagable que dejan algunas criadas. Como Cecilia, obligada a salir al mundo, como tantas muchachas humildes de mi pueblo. A veces, en primavera, las cunetas se llenan de flores desconcertantes porque un viento travieso ha arrastrado su semilla hasta allí. Cecilia podría ser una flor exótica que acabó fecundando en la familia de Romà Escalas, el ilustre músico catalán. 

Artículo original publicado en el Norte de Castilla en 2018

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