Santuarios Marianos de Segovia, 1954
En los años 50, en plena exaltación del catolicismo en la España de posguerra, Eustasio del Barrio Marinas recorrió la provincia de segovia en bicicleta recopilando los Santuarios Marianos de Segovia. A su paso por nuestra localidad escribió:
Nuestra señora de Salcedón
«Según la tradición, esta abvocación se debe a que el sitio o paraje próximo a la ermita, estuvo antiguamente poblado de salces y en un o de ellos se apareció la Virgen, junto a la fuente de su nombre. Así parece desprenderse de estas quintillas, que por allí corren de boca en boca:
«Fué deseo manifiesto,
y alli tiene su mansión
del prado sobre el recuesto
y su más glorioso puesto
la Virgen de Salcedón.»
«Orlan de flores su orilla
los cristales de la fuente
y, desde aquella ribilla
esa virgen sin mancilla
la contempla sonriente».
«Esa fontana hechicera
mana sin interrupción
desde el punto en que a su vera,
el pastor apareciera
la Virgen de Salcedón».
La imagen es de talla, sentada, al parecer del siglo XIII ó XIV; pero muy retocada en épocas posteriores.
La primitiva ermita fué erigida y estuvo muchos años en los linderos del antiguo y ya derruido pueblo de Navacedón; concretamente en lo que hoy se denomina «cerrillo del Escobar» a unos cuatrocientos metros al este de la fuente.
La actual se halla a cien pasos en dirección O. Es una fábrica rectangular, con capacidad para cobijar a todos los feligreses de Lastras, sin que el edificio tenga ninguna particularidad arquitectónica, ni artística.
La romería se celebra, actualmente, el segundo día de Pentecostés, precedida de un solemne novenario, para el que, con la debida antelación, se traslada la venerada imagen al a iglesia parroquial, donde aquél tiene lugar. Es bajada procesionalmente en la tarde la fiesta a su ermita.
Todos los domingos y demás dias festivos, almas piadosas, después de los actos parroquiales, bajan la santuario a hacer la visita a la Virgen de Salcedón.
Los contornos son atrayentes: A sus pies, el extenso prado de Santa Maria; al este y sur, los inmenos pinares de «Ensanchas de Navacedón» y «Las Quemadas»; al oeste, las acentuadas lomas de «La Serreta»: al norte. tierras de pan llevar y la vista panorámica del pueblo.
Y con esas florestas y bosques, y esos versos y caseríos, y estas ermitas y santuarios, y con los amores y sonatas de los pobladores de todos los contornos, y con sus pensamientos y afectos, sus oraciones y sacrificios, formamos un grutesco que quisiéramos fuera de belleza sin igual, para estamparlo en la peana en que pones tus pies, Madre nuestra.